Trece


Trece
Premio Alejandría 2011 de Cuento Breve
Autores varios
Grupo Alejandría, 2012
Cuento, 152 pp.

por Rubén Sacchi

Lejos de aquellas noches en Bartolomeo, asistimos a la consolidación del Grupo Alejandría con esta tercera antología, una iniciativa que aglutina a escritores y difusores culturales que, luego de varios años, forma con un equipo de cuatro: Clara Anich, Nicolás Hochman, Yair Magrino y Edgardo Scott.
En esta oportunidad, las trece piezas integrantes tienen una calidad notable. Difícil debió ser el trabajo del jurado -de lujo- integrado por Elsa Drucaroff, Luis Chitarroni y Gustavo Ferreyra.
Los textos poseen ritmo y clima; las historias son, en general, lo bastante originales como para hacer que un viejo lector de narrativa se acople a su lectura y arremeta de un tirón hasta llegar al índice.
Los relatos poseen un común denominador: la actualidad. Abordan temas contemporáneos o de la historia reciente, que aún tiene heridas sin restañar, y lo hacen de manera fresca, desprejuiciada y original, encarando tópicos como el incesto o la homosexualidad, pasando por la guerra de Malvinas y la última dictadura, sin caer en la mera denuncia, el panfleto fácil o el efectismo forzado. Los hechos pasan de la mano del tiempo, tan lento o tan veloz como la vida misma y los creadores así lo expresan, con la misma cadencia de los días.

La señorita Julia

La señorita Julia
de August Strindberg
Teatro La Tertulia
Gallo 826, C.A.B.A.
Domingos 21 hs.

por Rubén Sacchi

"... en la noche de San Juan,/ cómo comparten su pan,/ su mujer y su gabán,/ gentes de cien mil raleas.// Apurad/ que allí os espero si queréis venir/ pues cae la noche y ya se van/ nuestras miserias a dormir..." nos dice la canción Fiesta, de Joan Manuel Serrat, y pinta maravillosamente el marco donde se desarrollará la historia de La señorita Julia. Claro, la obra original no fue concebida en España, pero la celebración y temáticas resultan tan universales que la pieza no dejó de representarse desde su estreno en 1888.
El armazón de la historia es simple: una joven de la nobleza, bella y aburrida, que por las noches sueña con bajar hasta el fondo más abyecto de la condición social. Acostumbrada a realizar sus caprichos, aprovecha los festejos para mezclarse entre la plebe y seducir a un sirviente. Y he allí el primer escollo, que el hombre en cuestión experimenta sueños opuestos, el de elevarse en la escala y salir de ese agujero. Para ello, y pese a las apariencias, no tendrá escrúpulo alguno.


Un fresco interesante de la diferencia de clases, la hipocresía y la condición humana, que pone de manifiesto las miserias que uno y otro -seguramente desde intereses diametralmente opuestos, como lo son el divertimento y el instinto de supervivencia- oculta en su yo profundo y salen a la luz cuando el momento lo propicia, dejando entrever los traumas que carga la vida y cada quien acarrea como mejor puede. Es un relato, también, de lo aparente, donde nada es tal cual uno lo concibe y a esta muchacha, cual la Viridiana de Buñuel, no le irá demasiado bien saltando la tapia.
Buenas actuaciones del terceto, con un Augusto Britez sólido que maneja la voz y el espacio con solvencia y se pone a la altura que el personaje requiere. La escenografía y el vestuario fueron escogidos cuidadosamente y son acordes a la época. Luces y sonido tan sencillos como efectivos, acompañan sin estridencias la actuación, agregando los acentos justos y un punto que nos recuerda el final de la canción: "Se acabó,/ que el sol nos dice que llegó el final./ Por una noche se olvidó/ que cada uno es cada cual.// Vamos bajando la cuesta/ que arriba en mi calle/ se acabó la fiesta".

Elenco:

Juan: Augusto Britez
Señorita Julia: Laura Sardin
Cristina: Graciela Bonomi

Equipo:

Vestuario: Cristina Tabano
Estenografía y diseño de iluminación: Jorge Leiba
Maquillaje y peinado: Silvia Savaglia
Diseño gráfico: Dante Rodríguez
Fotografía: Ana Devanna y Mariana Varela
Prensa: Laura Castillo.
Música original: Marcelo Ferreyra
Asistente de dirección: Cristian M. Alvornos
Versión y Dirección General: Gabriel Molinelli

cuerpoadentro


cuerpoadentro
Belara Michán
Viajera Editorial, 2011
Poesía, 112 pp.

por Rubén Sacchi

El libro es pura experimentación. Hay una exploración de la palabra como poderosa herramienta, donde su fluir roza, por momentos, los confines de la escritura automática. También procura un reconocimiento del ser, pero no circunscripto a sus contornos, sino que husmea en su interior. Cuerpoadentro, entonces, es un acercamiento a lo que somos: cuerpo y palabra (tan asimilada a eso que llaman alma) que bucea en sus más recónditos rincones: “meterme adentro hasta la médula”.
Hay un momento en que la vida se nos plantea en toda su dimensión y renegamos de “tanta ceguera de tanto haber vivido sin mirar”, es entonces cuando el cuerpo es uno y, a la vez, otro, cuando miramos hacia atrás con nostalgia, extrañando la irresponsabilidad de “bailar sin palabras/ hablar sin coreografía”, pero debemos “cruzar el umbral hasta lo más profundo del concepto” y nos acosa el miedo “de enrollarme en otro/ que no sea yo”.
Esa búsqueda arriba a la adultez, a “tener que ir preguntando mi nombre/ a cada herida y olvidarlo”, “desabrocharse hasta el infinito” y saber que “entonces/ el deseo ya no es deseo/ sino dejar de morirse/ por un rato en el cuerpo”.

Cómo nadar estilo mariposa


Cómo nadar estilo mariposa
Mariel Manrique
Paradiso Ediciones, 2011
Poesía, 80 pp.

por Rubén Sacchi

El estilo de natación llamado “mariposa” consiste en brazadas simétricas, donde el cuerpo se sumerge para luego, propulsado por los brazos que van hacia atrás y aprovechan la resistencia del agua, emerger por breves segundos, dando tiempo de respirar antes de volver a hundirse. Basada en esta técnica, Mariel Manrique propone una poética que, a intervalos, ahoga y oxigena. Es el método que encuentra para avanzar en este mar adverso que se llama vida y donde se encuentra “secuestrada/ por el reflejo invertido de una ciudad/ enferma”. Tomás Rodríguez Arias escribió “Debería haber muerto el día que comencé a quedar/ pegado en los hilos de la mente”, similar reflexión sobreviene a la autora, que confiesa “la cultura ya tiene mis libras de carne./ mi déficit de dicha. mi tributo a la comunidad”. En esa carga del conocimiento, enfrenta la autoridad como en un juego de ajedrez en el que el poder supremo todo lo controla: “el Rey no tiene párpados”, y el tiempo implacable se evidencia en “el mecanismo violento de los cronómetros”.
Como una droga apela al olvido, también al origen del ser primitivo, animal, instintivo. El poder se muestra como una bestia, el hombre se convierte en lobo del hombre y sólo la firme determinación de la propia soberanía, como “una bala de plata” llevada al cuello, puede ponernos a salvo, por ello, parafraseando al Principito, no pide el dibujo de un cordero, sino letras afiladas como cuchillos: “cada palabra definida es un puñal/ que con su abrazo aniquila las dudas”.
Ya la nadadora está a medio camino, ese sitio donde retroceder se torna inútil, y avanza (”los trenes obedecen el pulso de las arterias”) entre recuerdos de tiempos mejores, “el recuerdo de un cuerpo/ donde esa cicatriz no estaba/ (...)/ esa incisión implacable de los relojes”. El entorno es cada vez más hostil: “no hago pie en el mundo/ (...)/ las familias(...)/ tiran a la ruta los peros que sobran”. Sumergida en una sociedad egoísta asume que “no puedo sola” y en línea al mayo francés propone un cambio necesario: “lo viable nos ha consumido./ que lo incomprensible haga su tarea”, “viví para experimentar,/ (...)/ no atarás mis tobillos a la pena”.
Toda mudanza supone una ruptura. No hay mundos simultáneos, sino que uno nuevo se erige necesariamente sobra las ruinas del anterior, lo que implica enfrentar el dolor: “no llores porque se parte el alma”.
Nadar estilo mariposa representa la metáfora de la búsqueda: “la mariposa adora lo imprevisto.”, esa candidez la lleva hacia la luz y hacia la muerte. Sin embargo, se trata de sobrevivir, por eso “somos legiones../ (...)/ nuestros cuerpos escitos y marcados/ hacen (...)/ el mismo formidable movimiento/ para sacar la cabeza del agua”.

Crónicas de muertes dudosas


Crónicas de muertes dudosas
Bruno Di Benedetto
Ediciones En Danza, 2011
Poesía, 110 pp.

por Rubén Sacchi

Crónicas de muertes dudosas es una sucesión de relatos de vida en forma de poema. Sin embargo, la obra excede el género y la lírica es sólo una de las tantas estructuras posibles que el autor eligió para plasmarlas. Como sea, el hecho estético se logra maravillosamente.
¿Qué tienen en común las historias que acerca Bruno Di Benedetto? Ellas hablan de personajes que hacen a la Historia, pero la escriben de manera casi anónima, desde sus suburbios, con ese trazo demorado, perezoso de los días de la existencia. También desde la transgresión ya que, en algún momento, hay una pared que se salta. Otra cualidad común es la de estar atravesadas por la desgracia y la muerte.
Los escenarios en que se desarrollan van, desde la ribera bonaerense hasta las costas de la meseta patagónica y el Océano Atlántico es mudo testigo de ellas. El agua siempre presente, como un universo infinito.
¿Por qué las muertes de estos infelices son dudosas? Quizás porque dudosas son sus vidas y solo pueden derivar en esa suerte (pocos o nulos datos encontramos de su paso por este mundo). Tal vez porque sus historias son comunes a otras que se seguirán sucediendo hasta el fin de los días.
También podríamos encontrar una respuesta en las palabras de uno de los personajes del libro, Sir Thomas Doughty, quien dice: “No es cierto entonces/ que el alma es desalojada del cuerpo/ en el momento de morir./ No, el alma es pájaro asustadizo/ y lo abandona un tanto antes./ El cuerpo queda sólo con la apariencia de la vida,/ animado por sus humores y electricidades/ y, temo tener que decirlo,/ por miedo a la inmovilidad,/ su enemiga natural”.
Quince personajes desfilan por este trabajo delicadamente concebido, desde un relojero suizo que, enloquecido, vino con sus engranajes a Carmen de Patagones; un portugués asesino y avaro; una familia de Gales signada por la desgracia, hasta un hachero que escucha las campanas de la muerte. También los hay universales, que en la narración abarcan la suerte que sufrió todo un pueblo, como los esclavos africanos, nuestros originarios o los combatientes revolucionarios; ellos más un hipotético heredero de Jorge Luis Borges, único relato fechado en el futuro (agosto de 2036). Son ellos quince y una pluma que, con maestría, viene a contarnos cómo fue que vinieron por aquí a dejar sus huesos.